Jesús mi amigo, el que es fiel y siempre acompaña, no importa la situación del alma, si en gracia o en pecado, tú estás, te quedas aunque yo me vaya de tu lado.
Tuya es la Vida, tú eres su Señor, en ti está el sentido de nuestro existir, pues en ti y por ti fueron hechas todas las cosas y luego recreadas, y más lo fue nuestra humanidad a la que en tu Resurrección elevaste a condición extraordinariamente exaltada.
Hiciste nuestra de nuestra naturaleza caída algo perfectible y así ser en ti no sólo imagen y semejanza de Dios, sino divino como tú y el Padre. En ti y por ti, unidas ambas naturalezas.
Todo esto, Jesús Mesías, no es simple palabrería, sino el propósito de mi oración. En ti quiero recordar de qué estoy hecho; incluso más importante: qué es lo que en este peregrinar he de buscar y merecer.
Tú en la oración que elevo me hablas, te haces sentir e inspiras las palabras que expresen lo que hay en lo íntimo de mi alma: necesidad de ti, y así, sentido tendrá vivir en un mundo extraño, del cual no soy su dueño por más esfuerzo y empeño haga de apoderarme de un pedazo.
En este diálogo ameno, mi Jesús amado, me has dicho y así lo ha escuchado mi espíritu que se exalta ante tu voz: existir no es sólo respirara, vivir es más que subsistir, lo verdaderamente humano no es quedar sino caminar, buscar, alcanzar y trascender.
Si, hoy entendí que en ti me debo a un proyecto mayor al que el mundo me ofrece.
Obedecer al corazón es mi camino, pues ahí es donde tú habitas y no en vanas pretensiones.
Mis pensamientos, mis palabras, mis emociones y afectos, mis intenciones y anhelos, incluso lo que sueño y espero te los entrego en este acto de consagración.
Permíteme Señor, ser aquí y ahora signo de tu bondad, ternura, compasión y perdón; que a todos pueda llevar reconciliación, libertad y esperanza para que tú seas en todo y todos.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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