Despierto temprano, mucho antes de lo que hubiese
querido; horas de sueño me faltan. El alba está lejos.
En medio del sopor de un sueño no dormido, pienso de
repente en ti, Señor: ¿Buenos días, Jesús? no, un reproche; paso la tentación
de no agradecer el despertar. El regalo de un día que nuevamente me das.
Caigo en cuenta: silencio. ¿En qué otro momento de
la jornada tendré la tranquilidad de estar en paz para poder estar sólo contigo?
Mi día no comienza, los afanes pueden esperar, para
ellos horario hay y no es ahora, y en él muchas veces en él no te incluyo, no
te dejo estar.
Entonces agradezco este tiempo, puesto que a veces
no se trata de mí en ti, sino de ti en mí. Aguardas con calma a que vaya, otras
como hoy no postergas y a mi vienes cuando todavía el sol no asoma y su luz no
toca mi ventana.
Amén.
Oración de la Noche:
Señor
Jesús, no podía terminar mi día sin que esta mirada mía no se posara en ti, al
menos un instante.
En
los acontecimientos nos hablas. Tú las llamas: “Signos de los tiempos”, esos
que tiene su comienzo en las manifestaciones de la naturaleza, obra de las
manos del Padre.
Ratos
de sol otros de lluvia, también está el resplandor de la luz, o la penumbra de
las nubes que anuncian tormentas; brillo y oscuridad; todo nos habla de
contrastes, a veces de contracciones; pero en ti solo son sucesiones. La luz
deja paso a la oscuridad, la claridad a la tormenta; sin embargo tinieblas y tempestades
no llegan para quedarse; sólo están de paso, puesto que siempre volverá la
calma.
Así,
Tú también lo haces con los acontecimientos que afectan nuestra vida. Sólo que
nuestros ojos, a veces sólo se fijan en lo inmediato y, se olvidan de ti, que
estás siempre al final de todo, esperando, aguardando: tus brazos extendidos
para cobijarnos.
Renueva
en mí el don de la Sabiduría para encontrarte en los signos que dejas esparcidos
en los acontecimientos y así, descubra el camino que conduce a tu morada, donde
mi alma encontrará la Paz Plena y no necesitara más del nocturno descanso.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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