Señor Jesucristo, Hijo de hombre e Hijo de Dios, tú que te mostraste amable y generoso con todos y comunicaste sin reservas los nobles sentimientos de tu corazón, cuando en más de una ocasión, movido por la ternura y la compasión asististe a tus semejantes nos sólo con la Palabra que es alimento del alma, sino que también saciaste las necesidades más mundanas. Tenemos necesidad que una vez más realices hoy, entre notros aquellos milagros y prodigios que realizaste en las praderas de Galilea.
Dios misericordioso, te cansas, seguro estamos, de que constantemente, nuestro orgullo y desconfianza señales reclame de ti. No te fijes en la pequeñez de nuestra fe que, desconfía, mira bondadoso lo que hay en el fondo de nuestros corazones: miedo, abandono, dudas, incomprensiones, sinsabores, traiciones, penas, preocupaciones, dolores, frustraciones, y tantas otras cosas que, empujamos a lo más hondo de nuestro inconsciente, para que no molesten en lo cotidiano y no nos abatan tantas heridas del alma.
Me doy cuenta, Señor de la gracia, que muchas veces sólo te busco en tribulación, preocupación y necesidad. Así soy, así somos, con el agua al cuello agotados los humanos recursos, elevamos nuestras manos, a veces en reclamo porque la vida no nos sonríe, porque suponemos y no te buscamos constantemente que Tú estás de nuestro lado.
¿Será que algún día, como ahora, en este momento, nos preguntaremos quién está de tu lado, a tu favor, para sostenerte y atender a lo que tú de nosotros necesitas. Tú no eres un Dios abastecedor, tú eres el Dios del Amor, y en el amor también hay ausencia, silencio, demoras, no por ti, sino por nosotros que sólo verdaderamente valoramos algo cuando ya no está o lo hemos para siempre perdido.
Que corta es nuestra inteligencia para entender que no necesitas a diario multiplicar los panes y peces para darnos día a día el pan que nos sustente; un pan que no sólo es alimento de nuestra vida, sino que es el pan de la alegría que nos invitas a compartir. Sonrisas de bondad, de solidaridad, de caridad y generosidad, con aquellos, que peor que nosotros, andan abandonados por el mundo y de todo les hace falta.
No somos omniscientes y de ti constantemente necesitamos, no te fijes en la manera torpe de pedirte, no te canses de nuestros ruegos nacidos de la desconfianza, de los que no sienten que sólo tú bastas y todo en ti y por ti lo recibimos por añadidura si primero buscamos tu Reino y su justicia.
Antes de volver a multiplicar en nosotros el pan que da alimento al cuerpo, multiplica constate el pan que es alimento del alma, que fortalece el alma y desde ahí fluye raudales de fe que hacen mover montañas. Porque tú no nos quieres esclavos de la dependencia divina, sino libres para amar y hacer las obras y aún mayores de las que tú hiciste.
Este mundo nos pertenece porque tú nos lo diste, no para dominarlo, sino para hacer hogar para todos, casa de ternura donde todos tengamos lugar, seamos recibidos y bienvenidos, espacio para curar heridas, sanar de las espinas que en los desiertos de la vida recogemos, y tomarnos de la mano para salir a tu encuentro.
Dichas estas cosas, Señor, rico en Misericordia, ya no más signos, sólo basta y sobra la seguridad que resucitado estás y nos da con ello vida en abundancia, que creamos, Señor, que en tu resurrección también esta nuestro triunfo.
Déjanos con tu gracia, hacer la voluntad de tu Padre que tú en tantas ocasiones de palabra y propio testimonio nos has mostrado, para que no nos perdamos en especulaciones, sino que bien definido el deseo y el querer de Dios, nuestros pasos decididos caminen los senderos del amor, la bondad, la caridad y la solidaridad.
Amén.
Yerko Reyes Benavides
No hay comentarios.:
Publicar un comentario