“Lo
más significativo de la vida no es soñar.
Sino
tener a quien abrazar
cuando
los sueños comienzan
a hacerse realidad”.
Soñar, soñamos todos,
aunque sueños no queramos, dormidos aparecen en el horizonte de nuestra
inconsciencia.
Capacidad maravillosa
de nuestra mente, que a pesar que renunciamos a los sueños, éstos se siguen
mostrando como expresiones simbólicas que dejan al descubierto de nuestro
intelecto los deseos más íntimos de nuestro corazón; los miedos que subyacen en
nuestro interior producto de nuestra frustración.
Lenguaje del alma son
los sueños que soñamos, inconscientes. Habla, no nuestro instinto, sino los
anhelos secretos, de aquello que nos hace ser siempre niños.
De niños es soñar, no
es un mundo de fantasía, sino ver la vida con otros ojos: lo de la ilusión y la
esperanza; donde la malicia no cabe, y la libertad es plena, incluso para
volar.
¡Qué tontos somos!
Pensamos que la única manera de volar es despegar nuestros pies del suelo y
elevarnos por los cielos. No, el niño no se cierra en los paradigmas de la lógica
que enseña que para volar alas se han de tener. Los sueños no contemplan la
aerodinámica, sólo se lanzan a conquistar el espacio, que no está arriba en lo
alto del cielo, sino en lo profundo y más íntimo de la imaginación; el sueño
mismo.
Maravillosos son los
sueños nocturnos, mas aquello que soñamos despiertos son los mejores, puesto
que le dan calor a la vida, orientan los pasos, amplían las perspectivas; nos
hacen salir del marco doctrinal y conceptual en el que nos empeñamos someter la
vida: ¿Y decimos ser libres?
La libertad viene de la
capacidad de soñar, de extender las alas y echar a volar la imaginación
indómita, que nos lleva a vencer los temores y a dejar en cada acto lo mejor
que de nosotros.
Los sueños son una
invitación a dejar atrás los miedos, pero también las posesiones. Poseer nos
ancla, nos limita: poseo la verdad decimos; y cuando llegamos a tal convicción
dejamos de soñar; la verdad es nuestra, dejamos de buscar. Y cuando esto sucede
perdemos la libertad, nos hacemos esclavos de la verdad que poseemos.
¿Cuándo la realidad se
acabó? cuando dejamos de soñar y nos conformamos con que no hay nada más que
hacer, ni un talento más que descubrir; la vida se vuelve aburrida, dejamos de
existir.
“Sueño luego existo y la libertad es mi almohada".
Yerko Reyes Benavides
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