Tampoco privilegió la infancia como condición espiritual
ideal.
Craso error de muchos pensar que Jesús quiere que volvamos a
condición anterior. Más bien la propuesta del de Nazaret es que a la medida en
que naturalmente vayamos transitando los distintos estadios de la vida, no
perdamos al dejar atrás uno, lo mejor que hay en el anterior.
Lo que sí dijo Jesús fue que, el Reino de los cielos es de aquellos que son “como niños”.
Madurar no significa dejar de lado lo mejor de nuestra
naturaleza, de nuestra condición más pura que estuvo dada en la primera etapa
de nuestro existir: la infancia.
Madurar significa ver con ojos de Dios el mundo, la realidad,
la existencia misma. La mirada de Dios es como el mirar de un niño.
El mirar del niño está lleno
de: Esperanza, Ilusión, Asombro, Sorpresa, Entusiasmo, Anhelo y Ternura,
Curiosidad, Búsqueda, Bondad…
No, yo no quiero volver a ser niño.
Esa etapa en mí ya quedó atrás. Sin embargo quiero madurar
con la madurez de la infancia que es capaz de seguir soñando, de mantener la confianza
y no desfallecer puesto que, se tiene la certeza que el peregrinar por el mundo
no se da en ausencia o soledad; sino que Dios toma de la mano como un padre o
una madre lleva de su mano al fruto de sus entrañas.
“No, no quiero volver a ser niño,
sino "Ser como niño".
Con el corazón que se deja maravillar y
sorprender
por lo bello de la vida y
con el alma abierta a la eternidad en el
Amor”.
Yerko Reyes Benavides
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