Hay
amores que definitivamente no son amores. Hoy día, respecto al amor a casi cualquier
cosa le damos ese nombre, desvirtuando su significado, envileciendo su sentido,
depravando su expresión y corrompiendo su esencia. Hace algún tiempo aprendí a
decir no. Si ese es el amor con el que
me vas a amar, no lo quiero, prefiero seguir amándote sin que me ames. La
cantidad de amor es efímera, una ilusión, una nube que la desvanece el viento
en el firmamento de la vida.
Hacía
tiempo que quería dedicarles unas líneas de espiritualidad especialmente a las
mujeres, abordando este tema del amor. Son ustedes damas las que sustentan con
su entrega y servicio, con su tiempo y recursos, con su disponibilidad, aguante
y resistencia la vida de los hogares “cristianos” y también el funcionamiento de
muchas de nuestras iglesias; por no decir, que ustedes las mujeres son un pilar
indispensable, sin el cual, el edificio espiritual de la Iglesia del Señor, no
se sostendría.
Teniendo
ese deseo en mente no había encontrado la excusa para sentarme a escribir en
forma y formalmente sobre esta propuesta que lo dice todo con el párrafo de
inicio. Sin embargo el pretexto llegó, como llega la inspiración al artista que
se pasea rondando la tela de su pintura sin definir en su mente, pero más que
nada en su alma lo que anhela plasmar en el lienzo. Buscando una canción, una
melodía me encontró a mí.
Como
ya he manifestado en otras ocasiones, el leguaje predilecto con el que Dios se
comunica al corazón del hombre, entre otros es la música, la melodía, el ritmo
que no necesita entender un idioma en específico para dejarse arrebatar por su
encanto e impulsar al alma a la comprensión del misterio que Dios quiere
revelar, que se realiza en la proyección del espíritu y la trascendencia del
alma.
A
ustedes mis hermosas damas, las han “programado” social, cultural, psicológica
y religiosamente para “ser objetos del
amor”. Si, leyeron bien. No quise ni si quiera disimular un poquito, ni ser
sutil en esta afirmación. El modelo y paradigma predominante aun en nuestro
tiempo es el “patriarcal”, es decir, que el que lleva las riendas de la
sociedad es el hombre, por mucho que a la mujer se le “haya permitido” ponerse
los pantalones. Y en el amor la mujer no es sujeto ni protagonista, sino objeto de este. Lo triste es que
muchas veces esto se da bajo su consentimiento.
El
modelo de sociedad imperante y la estructura paradigmática que sostiene ese
modelo sigue siendo “falocéntrico”. Un pequeño ejemplo de lo que estoy
afirmando es ser testigo de la enseñanza de una mamá a un hijo varón insistiéndole
que los “hombres no lloran”. La
delicadeza, la suavidad, el detalle, los gestos, la coquetería, la ternura, la subordinación,
la afección, entre otros muchos términos en los que se expresa el amor, fueron adjudicados
a la mujer más que al varón, y, los siguen siendo –sutilmente enmascarados- a
pesar de la proclamada “liberación femenina”.
Se puede decir, sin lugar a dudas que
quien sufre por el amor, en el amor, y desde el amor es la mujer. Todo el peso de la sublimidad del amor recae en la femineidad.
Desde pequeñas se les dice, sin decirles, se les enseña sin escuela, que la
fundamental vocación de la mujer es el matrimonio y la procreación. Las niñas chiquitas juegan a ser mamá,
antes que doctoras, arquitectos, abogadas o maestras.
Uno
de los primeros regalos que recibe una niña es una muñeca, que termina en el inconsciente
de aquella criatura que no ha desarrollado todavía la conciencia, su hija.
Parece una locura y quizá, una
exageración de mi parte, pero las niñas juegan sin saber y sin que los adultos
se den cuenta a “ser madres solteras”. Porque la mujer puede abandonar el hogar,
pero no al hijo.
Decía
mi maestro, puesto me considero su discípulo, Erich Fromm, el amor no es exclusivamente un sentimiento, sino un comportamiento;
una aptitud más que una actitud y como tal innata. Así pues, como toda
destreza o habilidades puede esta desarrollarse a través de la formación, la
concientización, la adquisición de destrezas y competencias para expandir su
esencia, dinámica y alcance. En otras palabras,
el amor es perfectible. Siendo todavía más claros el amor se aprende.
La
única dificultad que plateaba Fromm era que no existían los centros
especializados para educar en el amor a los seres humanos. Quienes dedican la
vida entera desarrollando habilidades y destrezas para ejercer un oficio y sin
embargo, a aquello que los define, de lo que en el fondo depende su realización
última, lo más importante y relevante de su existencia, apenas si le dedican un
somero cuidado y se lanzan a él como el que se lanza a juagar ruleta rusa, al
azar y la suerte.
Ante
esta panorámica, lamentablemente a quien se le impone el “peso” de este modelo
de amor es a la mujer, que sale más lastimada, aunque hoy día sean ellas las
que soliciten con más frecuencia las actas de divorcio civil. Peor es el
panorama, si siguiendo el sueño con el que encantan a toda niña, ese del velo y
la corona, la “tortura del amor” se prolonga como una grifo que va escurriendo
gota a gota un sufrimiento, que a todas luces no merece llevar, puesto que la
iglesia, si es católica no les permite contraer nuevas nupcias sin incurrir en
un pecado mortal que las separa de la comunión.
Aunque
la sociedad de hoy se ha desenmascarado de muchos tabúes, las generaciones “Y”
y “Z” (para profundizar en este tema te recomiendo el siguiente artículo: ¿A
quiénes se parecen los hombres de esta generación?), aparentan en lo
exterior una irrelevancia a estos sufrimientos que eran un silicio en las
mujeres de las generaciones anteriores; sin embargo ven como un alivio el ablandamiento
otorgado por el Papa Francisco en los procesos canónicos de Nulidad
Matrimonial.
El
amor entre el hombre y la mujer, en la convulsionada época en la que vivimos, y
pasar de es torbellino imparable de informaciones que más que informar
desinforman, no ha quedado obsoleto ni
mucho menos descontinuado ante las emergentes “formas” alternativas del amor
que proclaman la agonía del amor heterosexual. Y aquí añadimos otro aliño al
sancocho de confusiones de lo que amor representa y significa ahora, lo que fue
antes, a lo que puede llegar a ser mañana (donde civilmente una “amante de los
gatos” contraiga matrimonio civil argumentando su enamoramiento hacia su
mascota) y lo tendremos que ver como algo “normal” y “natural” en aras a la
igualdad de géneros.
Si
estamos como estamos, con todo este entrabado panorama, donde el amor ya no es
amor, el amado y el amante ya no se distinguen entre sí. Tendríamos que gritar
auxilio. Miro hacia la generación “A”, si ya se nos acabaron las letras del
abecedario para designarlas, tendremos que comenzar nuevamente desde la primera
letra, que son los niños entre 0 y 7 años, quienes no han desarrollado todavía personalidad,
carácter y sobre todo conciencia de sí mismo el mundo tan irreverente, insensible,
desenamorado en el que le va a tocar vivir. Mis pobres niñas, sobre todo.
Amar
no es lo que nos han dicho que era. No te quedes con lo que te han informado
del amor, ni mucho menos te vayas a aferrar a tu experiencia, puesto que en
este caso no te sirve de nada, porque en vez de haber aprendido a amar, los
fallos, los desencuentros, los errores, entre otros, lo que han provocado es
que desaprendas aún más lo que es amar de verdad.
No
hay universidades del Amor, no existen los centros de formación para el amor.
Así que el amor sigue siendo un “vivencia sujeta al azar”, a la suerte y con
suerte toque algo bueno en la lotería cada vez más caótica de nuestra sociedad
actual.
Nunca
preguntes ¿Cuánto me amas? Esa es la pregunta más tonta y más inútil que se
puede hacer del amor. Pregunta, indaga, intuye, que para eso eres buena: ¿Cómo
me amas? y te darás cuenta que la mayoría de las veces no eres amada como
mereces y tampoco amas como el amado merece tu amor.
Te
recomiendo que complementes la lectura de este artículo con: El
Arte de Amar. El Amor es un Arte y, también puede ser de tu interés: La
Medida del Amor es el Amor de Dios. Sin embargo, apenas si se hecho con
este artículo un pequeña introducción en este tema tan complejo.
Al cerrar este artículo, no
he olvidado lo que me inspiró a desvelarme más de la cuenta para no dejar pasar
la inspiración y plasmar, espero en el lienzo de tu corazón el anhelo de un
Amor mejor, el más grande amor, el de Dios; pero también el del hombre, que te
pueda amar bastante cerquita a como Dios te ama.
No te mereces menos. No menosprecies tu valía a los ojos de Dios, los tuyos y los de los demás. Las líneas de esta canción que te dedico terminarán de decir lo que las palabras no pueden y la melodía si: hacer danzar el alma por los confines infinitos del amor de verdad.
No te mereces menos. No menosprecies tu valía a los ojos de Dios, los tuyos y los de los demás. Las líneas de esta canción que te dedico terminarán de decir lo que las palabras no pueden y la melodía si: hacer danzar el alma por los confines infinitos del amor de verdad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario